eTestimonios

Gente de la calle que cree en Dios

07 mayo 2006

El artista puede ofrecer mucho a los demás porque tiene capacidad de trascender las cosas y de tocar lo espiritual

Javier Santurtún es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco. Entre 1979 y 1999 fue profesor de Artes plásticas en el Colegio Gaztelueta, compaginándolo con la dedicación a la pintura. Actualmente se dedica exclusivamente a la creación artística.

En las explicaciones de tu web hablas de “redimir la materia”. ¿A qué te refieres?

En los noventa aquí se produjo la desindustrialización y se derribaban fábricas. Yo buscaba los viejos rincones, las cosas pequeñas que casi no se pueden pintar, los residuos arrumbados, etc. A menudo indagaba en ellos y les sacaba muchas fotografías, con la esperanza de que esas cosas envejecidas y anónimas tuviesen algo que decirme, algo que les saque de la destrucción. Acercaba el objetivo y lo dirigía a los detalles que a primera vista no son dignos de verse.

Después, he trabajado y dado forma a lo que me ha resultado interesante, lo que desde fuera podría parecer un disparate, y me voy enamorando de esos materiales. De alguna manera, comienzo a compadecerme de ellos. Se vuelven dignos de ser redimidos, como elevados a un nuevo modo de ser, apareciendo ante nosotros de nuevo originales, incluso más que cuando eran útiles.

En este proceso hay algo que se puede subrayar: incluso lo más pequeño y pobre puede tener una riqueza insospechada, si se observa con calma. Es fácil sacar la misma conclusión con las personas. Yo mismo me veo reflejado en esas cosas, o las veo como señales de la dignidad de los más débiles.



Tú eres creyente. ¿De qué modo está presente Dios en tu obra?

Por supuesto que se percibe en mi obra la relación con Dios y el puesto que ocupa en mi vida. Más aún, los trabajos del artista expresan su interior, pues su vida y su labor se influencian mutuamente.

Para mí, mi cometido es fuente de alegría, algo que hago a gusto y me enriquece; lo hago muy agradecido, a pesar de que la vida del artista es dura. El motor no es ganar dinero, sino otros intereses y sueños, más penetrantes y dolorosos. En último término es una aventura que a veces te hace sufrir y otras te llena de felicidad. Pero no se puede dejar. Te enreda tanto que te hace dejar la comodidad, la seguridad, la tranquilidad económica, etc.

Pero no se trata sólo de que el trabajo sea agradable; también te empuja a llegar a otros. A mi juicio, Dios también puede tener ese deseo: que mi trabajo sea para los demás fuente de bien y paz, o que ayude a mirar aquello que refleja la riqueza del alma

No pretendo que mi obra sea un sermón. Es una consecuencia fundamental y sencilla del modo de vivir que he elegido, surgida sin querer, con la convicción de que las manos de Dios me redimen cada día; que pone en mí su mirada amorosa. Y yo, que soy poca cosa, soy de mucha importancia para Dios. Esa misma paternidad no muy razonable de Dios es la que el artista tiene para con su trabajo de creador.

Así entiendo yo la carta que Juan Pablo II dirigió a los artistas. Habla de la llamada del artista al servicio de la belleza y del bien de todos. En mi opinión, el artista puede ofrecer mucho a los demás, no por lo que él mismo hace, sino por lo que él mismo es y su modo de entender la vida. Porque gracias a su trabajo tiene capacidad de trascender las cosas, de tocar lo espiritual y eterno. Luego, es responsabilidad de cada uno manifestarlo a los demás.

Más información: www.santurtun.com

Sección Cultura/Culture